Geopolítica de los datos, ¿es posible una infraestructura digital independiente en Sudamérica?
El desarrollo de la era digital ha modificado rotundamente ciertos paradigmas y trajo aparejado una serie de desafíos que, años atrás, hubiesen sido inimaginables. Por caso, los datos se han convertido en uno de los activos más valiosos, por ende, quien ejerza mayor control sobre ellos tendrá una ventaja comparativa frente al resto. En estos tiempos, tener ventaja significa tener poder. Actualmente, la infraestructura que permite almacenar, procesar y proteger esta información crucial está mayormente centralizada en manos de empresas extranjeras y de grandes potencias. Esta realidad plantea un interrogante fundamental para nuestra región: ¿es posible crear una infraestructura digital independiente en Sudamérica? Este desafío no solo es técnico, sino profundamente geopolítico, ya que nuestra soberanía digital depende de nuestra capacidad de gestionar los datos de manera autónoma y en función de los intereses regionales.
En el panorama digital actual, países como Argentina, Brasil y Chile dependen de la infraestructura de empresas como Amazon Web Services, Microsoft Azure y Google Cloud para el almacenamiento y gestión de sus datos. Esta dependencia no es menor, pues implica que la información sensible de millones de ciudadanos y de instituciones públicas esté almacenada en servidores fuera del territorio nacional, bajo regulaciones extranjeras y con lógicas de mercado que responden a objetivos comerciales, muchas veces ajenos a los intereses de los estados nación.
Por eso, una infraestructura digital soberana es aquella cuyos datos pueden ser almacenados y procesados dentro de su propio territorio, garantizando así el control y la seguridad de la información. Sin embargo, desarrollar una infraestructura de estas características requiere no solamente de recursos económicos, sino de una cooperación e integración entre países, que permita establecer una red de centros de datos distribuidos, seguros y accesibles a todos. Este desafío no puede ser abordado por una sola nación, sino que es una tarea conjunta que requiere una visión regional y un compromiso político claro.
Las ventajas de la autonomía digital
Contar con una infraestructura de datos propia tiene múltiples ventajas. En primer lugar, protege la privacidad de los ciudadanos, evitando que sus datos personales sean explotados o utilizados sin su consentimiento. Además, permite a los gobiernos y a las instituciones locales gestionar la información de forma más eficiente, ya que no dependerán de terceros para acceder a sus datos. Esta independencia también reduce el riesgo de que el acceso a la infraestructura digital se vea interrumpido por sanciones o conflictos políticos con otros países.
La autonomía digital también tiene un impacto económico directo. Al desarrollar nuestra propia infraestructura, generamos empleo y fomentamos la innovación local en el sector tecnológico. Esto podría convertir a Sudamérica en un referente en tecnologías de la información, reduciendo la dependencia de servicios externos y fortaleciendo las economías locales. Es, en definitiva, una oportunidad para que los países de la región se posicionen de forma competitiva en el escenario global, controlando sus propios datos y estableciendo políticas que reflejen sus valores y necesidades.
Si bien la creación de una infraestructura digital propia es deseable, los obstáculos son considerables. Por ejemplo, no es una novedad que la inversión inicial es altísima -más para un país que se encuentra endeudado, como el nuestro-, y la región enfrenta dificultades económicas que complican el financiamiento de estos proyectos. Además, la creación de una red de centros de datos requiere de tecnología avanzada y personal altamente capacitado, lo que plantea un desafío adicional en cuanto a la formación y retención de talento, algo que no parece tan lejano en Argentina.
La cooperación entre los países es esencial para enfrentar estos desafíos. Un proyecto conjunto permitiría repartir los costos y los recursos, así como compartir el conocimiento y la experiencia necesarios para desarrollar una infraestructura sólida y segura. La integración regional es, en este sentido, un requisito indispensable para alcanzar la soberanía digital. Los países sudamericanos deben trabajar juntos para construir una red de datos independiente que responda a las necesidades y aspiraciones de la región.
¿Qué modelo de desarrollo digital queremos?
La autonomía digital no es solo una cuestión técnica o económica, sino que se relaciona directamente con la soberanía y el poder. La capacidad de controlar nuestros datos significa tener el control sobre la información que define nuestra realidad y, en última instancia, sobre nuestro futuro. Si países como Argentina continúan dependiendo de las infraestructuras extranjeras corren el riesgo de perder el control sobre sus propios datos y, con ello, sobre sus decisiones políticas, económicas y sociales.
El modelo de desarrollo digital que elijamos en Sudamérica debe estar basado en los principios de la soberanía y la autonomía. Debemos aspirar a una infraestructura que no solo sea eficiente y moderna, sino que también refleje los valores y las aspiraciones de nuestra región. Esto implica desarrollar políticas de protección de datos que garanticen la privacidad de los ciudadanos y que eviten la explotación indiscriminada de la información.
En el contexto actual, la creación de una infraestructura digital independiente en Sudamérica es tanto un desafío como una oportunidad. Es una apuesta por el futuro y una defensa de nuestra soberanía en un mundo cada vez más dependiente de los datos. La geopolítica de los datos nos obliga a tomar decisiones estratégicas sobre cómo y con quién queremos desarrollar nuestra infraestructura digital. La construcción de una red de centros de datos propios es un paso fundamental hacia una Sudamérica autónoma y soberana, capaz de gestionar sus datos y de decidir su propio destino en el ámbito digital.