Algunos “filtros” para leer a Mazzucato.

En 2013, la economista Mariana Mazzucato publicó El Estado Emprendedor. Este libro tuvo enorme impacto en sectores progresistas de América Latina. ¿Por qué son importantes las ideas que difunde Mazzucato? ¿Qué “filtros” son necesarios para su lectura?

La llegada del orden neoliberal a América Latina clausuró el llamado Pensamiento Latinoamericano en Ciencia, Tecnología y Desarrollo. Esta tradición de pensamiento regional había comprendido a mediados de los años setenta las claves para impulsar políticas de ciencia y tecnología eficaces para generar procesos de acumulación de capacidades tecnológicas y productivas. Los grados crecientes de autonomía se consideraban necesarios para potenciar y acelerar la industrialización de los países de la región.

Durante los años ochenta y noventa, el neoliberalismo para pobres profundizó la operación ideológica y cultural que promovió la instalación de un sentido común individualista y predatorio, que diera sustento a la mercantilización de todos los órdenes de la vida y a la desposesión de los bienes públicos.

Instalar el dogma “la culpa de todos los males es del Estado” era imprescindible para justificar los despidos masivos del sector público y las privatizaciones de organismos y empresas estatales como YPF, Aerolíneas Argentinas, Somisa, SEGBA, Obras Sanitarias de la Nación, Gas del Estado, la Empresa de Líneas Marítimas (ELMA), etc.

En la Argentina, el período 1976-2001 representó un ciclo de endeudamiento, financierización, desindustrialización, destrucción de políticas públicas y privatizaciones. En un contexto sombrío de disgregación social, la operación ideológica neoliberal difundía la consigna “achicar el Estado es agrandar la Nación”.

Este espejismo de las corporaciones económicas y el poder financiero terminó empujando a la Argentina al abismo de la crisis terminal de 2001.

La salida del infiero

El fracaso de las experiencias de neoliberalismo periférico en la región abrió paso al inicio de un ciclo de gobiernos progresistas. En la Argentina, el ciclo de gobiernos kirchneristas inició un proceso de recuperación de las capacidades estratégicas del Estado y las políticas sociales, impulsó el inicio de un segundo ciclo de industrialización y puso en la primera línea de las políticas públicas la salud, la educación, la ciencia y la tecnología.

Mientras la Argentina se recuperaba de 25 años de neoliberalismo, tuvo lugar el colapso financiero global de 2008. La estrategia descarada que implementaron las economías centrales y los organismos multilaterales para salir de esta gran depresión –solo comparable a la de 1929– se enfocó en el “rescate” de las grandes corporaciones inyectando dólares “por arriba” en cantidades difíciles de mensurar. En lugar de las inversiones esperadas, el resultado fue la continuación de las dinámicas especulativas.

En este contexto de enorme descrédito de las recetas neoliberales, que desde hacía tres décadas venían produciendo concentración de la riqueza y desigualdad, en 2013 se publica el libro El Estado Emprendedor. Desacreditando los Mitos sobre el Sector Público y el Privado, de la economista ítalo-norteamericana Mariana Mazzucato.

La noción de “mitos” en el título apunta al corazón del formateo ideológico neoliberal, que desde fines de los años setenta había cargado la culpa de todos los males económicos sobre el Estado y había instalado la idea de que expresiones como “industria”, “industrialización” o “políticas industriales” sonaran como anacronismos que había que erradicar.

Es el Estado, estúpido

Mazzucato es el producto de la tradición económica neoschumpeteriana con epicentro en Sussex, Gran Bretaña. Recordemos brevemente que Joseph Schumpeter, en la primera mitad del siglo veinte, identificó al empresario innovador como motor del capitalismo. Desde la década de 1960, el término innovación alcanzó el estatus de estrategia o sendero universal para la solución “creativa” de todos los problemas sociales y económicos, a escala de los individuos, grupos sociales, organizaciones, comunidades, instituciones, empresas, regiones o países.

El núcleo del argumento de El Estado Emprendedor es demostrar que el mito del empresario innovador como motor del capitalismo es falso y, dando un giro de 180 grados, demuestra con evidencias deslumbrantes que es el Estado el auténtico motor de las innovaciones radicales, que luego son empleadas por el sector privado. Algunas de las citas más importantes del libro:

“El Estado no es un actor pasivo que simplemente corrige las fallas de mercado, sino un actor proactivo que puede y debe ser el motor principal de la innovación”.

“La financiación gubernamental paciente y de largo plazo es un requisito previo absoluto para la innovación más revolucionaria”.

“El sector privado solo encuentra el coraje para invertir después de que el Estado ha realizado las inversiones de alto riesgo”.

El otro componente crucial del mensaje de Mazzucato, que en general suele citarse bastante menos, es que el Estado debe participar de las ganancias que producen las innovaciones que resultan de sus inversiones.

A este repaso sintético de las ideas de Mazzucato sumemos una prevención necesaria para los países en desarrollo: en el enfoque de esta economista está ausente la dimensión geopolítica y las jerarquías propias de la arena económica global; es decir, su encuadre es a escala de las economías nacionales y presenta un fuerte sesgo eurocéntrico. Digamos que, si bien es muy recomendable leer a los libros y artículos de Mazzucato, son necesarios algunos “filtros”.

Tomemos un ejemplo como botón de muestra. En su libro Misión Economía (2021), Mazzucato introduce la noción de “proyectos orientados por misión” tomando como ejemplo paradigmático la Misión Apolo, que desplegó la agencia norteamericana NASA en la carrera espacial contra la Unión Soviética. En clave de arenga épica de enorme eficacia comunicacional, la Misión Apolo se presenta como analogía para la organización de las economías nacionales y la definición de sus metas.

En este enfoque, la rehabilitación del Estado y de las políticas industriales viene de la mano del compromiso de largo plazo de “gobiernos y organismos trasnacionales”, que juegan roles muy diferenciados en las economías centrales y en las periféricas. Alcanza con pensar los vínculos históricos entre el FMI y la Argentina.

Estado e innovación con mirada propia

En la presentación de Mazzucato (2018), impecable, heterodoxa y progresista para las economías centrales, las POMs “pueden definirse como políticas públicas sistémicas que se basan en el conocimiento de frontera para alcanzar objetivos específicos”. “El Estado lidera y las empresas lo siguen”, a diferencia del “enfoque tradicional en el que el Estado es, en el mejor de los casos, un reparador de las fallas de mercado”.

Como país en desarrollo, en la Argentina los casos innovadores exitosos se evalúan con parámetros diferentes a los ejemplos exitosos de las economías centrales. Lo que buscan las políticas públicas en Argentina es generar estabilidad en los senderos de aprendizaje (institucional, empresarial, organizacional), en los encadenamientos productivos, en la formación intensiva de talentos en todos los niveles.

Estos senderos de aprendizaje se orientaron a la acumulación y diversificación de capacidades autónomas. La autonomía tecnológica y productiva son las principales metas, no la innovación radical y la frontera tecnológica. Las innovaciones radicales y la frontera tecnológica son la consecuencia de la autonomía.

Así, las funciones que Mazzucato le asigna al Estado emprendedor deben ser reformuladas para que sean eficaces en la neutralización de los obstáculos específicos que enfrentan la Argentina y los países de la región. Por ejemplo:

(i) La necesidad de una política exterior decidida de apoyo a sectores estratégicos y sus metas, que van a contramano del lugar asignado a la Argentina en el ajedrez hegemónico, como país exportador de materias primas –agro y minería–, sin encadenamientos productivos, y consumidor-importador de alto valor agregado a las economías centrales.

(ii) Frente al segmento de grandes empresas con capacidad de inversión en investigación y desarrollo, el liderazgo del Estado debe transformar culturas empresariales de aversión al riesgo, cortoplacistas, con tendencia a la financierización y fuga, que no creen en la importancia de la inversión en conocimiento. El Estado debe lograr alta legitimidad política para disciplinar a segmentos concentrados de la economía que se benefician con el subdesarrollo.

(iii) Con el objetivo de transformar las dinámicas de extranjerización de los sectores dinámicos, extractivos o en infraestructura, si bien es necesaria la inversión extranjera, el Estado debe ser capaz de regular las condiciones defendiendo los intereses soberanos, negociando procesos de transferencia de tecnología y de apertura a la integración del entramado productivo local.

Estos tres puntos contrastan con lo que está ocurriendo hoy en la Argentina. El Régimen de Incentivo a las Grandes Inversiones (RIGI) aprobado por el Congreso como parte de la “Ley de Bases”, por ejemplo, va en la dirección exactamente opuesta al enfoque que venimos discutiendo.

En esta misma dirección, la paralización de los proyectos tecnológicos estratégicos, el desfinanciamiento inédito y masivo del sector de ciencia y tecnología, y el cierre de más de 10 mil PyMEs desde enero de 2024 son indicadores prístinos de que el timón de la economía argentina está en manos del poder financiero.

Mientras nos hablan de la chatarra teórica de la “escuela austriaca”, las marionetas libertarias niegan los aprendizajes sobre el desarrollo social y económico que surgen de los últimos 170 años de capitalismo.

Por Diego Hurtado.